Sobre una antigua
terraza inclinada hacia el borde este del río Choqueyapu, que los
incas tomaron de los originarios de Chuquiabo y los mitmas Pacajes
para controlar sus enclaves coloniales, ha comenzado a levantarse, en
los últimos meses, la obra gruesa de la Casa Grande del Pueblo,
irrumpiendo en el paisaje urbano histórico del casco viejo de la
ciudad de La Paz.
La estructura ya
ejerce predominio sobre el conjunto del casco viejo citadino y sólo
es todavía superada por los 106 metros de altura del edificio del
Banco Central de Bolivia, el paralelepípedo vertical más alto que
el expresidente Hugo Banzer ordenó erigir hace 43 años, demoliendo
una casona colonial-republicana de la esquina Mercado y Ayacucho.
Por el mismo rumbo,
aunque cuatro décadas después, para la nueva sede del Órgano
Ejecutivo, que sustituirá al Palacio Quemado, se derribó, en 2014,
la casa Alencastre, que se encontraba en la esquina Ayacucho y
Potosí. La casona es uno de los inmuebles patrimoniales de la
arquitectura paceña que el municipio local no pudo ni supo salvar,
como la última chullpa aymara de Achumani.
Si la torre del
Banco Central y su organización estuvieron inspiradas en el
bostoniano Banco de la Reserva Federal y en el City Bank neoyorquino,
el nuevo edificio del Gobierno nacional exalta un diseño
neo-tiwanacota, a la manera de un monolito hembra en gravidez,
mirando hacia el sur, con un frontis semejante a la silueta de la
Puerta de la Luna, pero mucho más alto.
"De la
volumetría mayor emerge un volumen que representa la gestación de
la nueva mirada del país”, señala información de la página
digital del Fondo de Desarrollo Regional (FNDR). Esto supondría,
acaso, la eventual representación de la Pachamama emergiendo de sí
misma.
"Son líneas
puras, sencillas, que no encuentran obstáculos y se proyectan al
infinito, líneas que ascienden a lo divino”, señala la
información oficial. El proyecto está inspirado en los centros
ceremoniales de Tiwanaku "rescatando sus elementos en una
volumetría que expresa nuestras raíces y nuestra esencia”.
No mirará al sol
Paradójicamente,
salvo quizá al atardecer y en verano, la cara de la enorme
construcción no mirará hacia el sol, algo contrario a la
cosmovisión andina, que orientaba sus portadas hacia el este, como
las chullpas del Collao o como las puertas del Sol y de la Luna en
Tiwanaku.
El costo del
edificio está calculado, ahora, en 36 millones de dólares, incluida
la supervisión a cargo de AIC, aunque se desconoce si el monto
abarca el amoblado y otras obras y adquisiciones que harán parte
del edificio.
Lo construye la
empresa Tauro y su entrega estaba prevista para este año, pero fue
aplazada (posiblemente para 2017 o 2019) debido a que pilotes y otras
fundaciones comenzaron recién a erigirse el año pasado. La ch’alla
fue en febrero pasado, durante el Carnaval.
Más de 20 pisos
El predio tiene
1.877 metros cuadrados y la superficie construida será de más de
31.792 metros cuadrados para 29 pisos, aunque según una versión
oficial dio cuenta de sólo serán 22.
"Contará con
suelo, subsuelo, 22 pisos y un helipuerto que será de uso exclusivo
del presidente Evo Morales y del Ministerio de la Presidencia”,
precisó en la presentación del proyecto, en 2014, el entonces
viceministro de Coordinación Gubernamental Rodolfo Illanes, ya
fallecido.
A esas instalaciones
se agrega un auditorio para 1.000 personas, salones y oficinas para
otros dos ministerios: Comunicación y Transparencia, aparte del
nivel de parqueos.
Para las
autoridades, el helipuerto, una plataforma de 700 metros en el último
piso, "sintetiza la unión de los tres espacios andinos”.
Se ignora si en el
proyecto de la Casa Grande del Pueblo se han cumplido las
recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco) sobre la conservación
del paisaje urbano histórico.
Por lo pronto, la
obra gruesa se superpone a las tejas coloniales y las cúpulas
republicanas, quizá a modo de la Plaza de las Tres Culturas, en
México DF, donde pirámides y arqueología tlatelolca de 1337 se
integran con la antigua catedral de Santiago de Tlatelolco (1527) y
a la contemporánea arquitectura de la ex Cancillería, al lado del
conjunto habitacional de 102 edificios que albergan a 11.000
departamentos.
La diferencia
estriba en la originalidad y la legitimidad del patrimonio
arqueológico mexicano: los monumentos tlatelolcos no son copias o
reminiscencias prehispánicas, sino que perviven allí, donde los
erigieron sus ancestros y los preservan sus descendientes.
Su peso material e
histórico impidió que el dictador Porfirio Díaz, afecto a la
reelección permanente hasta antes de la revolución mexicana,
modificara el área para que pase el ferrocarril. Tlatelolco fue
escenario de la represión del 68 contra los universitarios y uno de
los espacios más dañados por los terremotos de 1985.
En La Paz, la plaza
Murillo tendrá a la vista otra empinada estructura de cemento, acero
y cristales: el edificio del Órgano Legislativo, de 20 pisos, que
competirá en altura y estilo con las nuevas oficinas del Ejecutivo,
aunque ya le ganó en costo: 34 millones de dólares más caro que su
privilegiado vecino y sin helipuerto.
¿Preserva el conjunto urbano histórico?
Se considera
"conjunto histórico o tradicional” todo grupo de
construcciones y de espacios, incluso los lugares arqueológicos y
paleontológicos, que constituyan un asentamiento humano tanto en
medio urbano como en medio rural y cuya cohesión y valor son
reconocidos desde el punto de vista arqueológico, arquitectónico,
prehistórico, histórico, estético o sociocultural.
Entre esos
conjuntos, que son muy variados, pueden distinguirse en especial: los
lugares prehistóricos, las ciudades históricas, los antiguos
barrios urbanos, las aldeas y los caseríos, así como los conjuntos
monumentales homogéneos, quedando entendido que estos últimos
deberán por lo común ser conservados cuidadosamente sin alteración
(Recomendación de la Unesco, 1976).
Políticas, ¿integración armónica?
La conservación del
patrimonio urbano debe integrarse en la labor de formulación y
aplicación de políticas tanto generales como relativas al contexto
urbano global.
Estas políticas
necesariamente deben incluir mecanismos para equilibrar conservación
y sostenibilidad a corto así como también a largo plazo, haciendo
especial hincapié en una integración armónica de las
intervenciones contemporáneas en el entramado urbano histórico.
Los Estados Miembros
deben integrar las estrategias de conservación del patrimonio urbano
en sus políticas y programas nacionales de desarrollo con arreglo a
la noción de paisaje urbano histórico (Recomendación de la Unesco,
2011).
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