Sus montañas y paisajes interminables, su gente y sus calles hacen de Coroico uno de los destinos turísticos más importantes de Bolivia.
A poco más de un par de horas desde La Paz, Coroico ha cambiado mucho durante la última década. Ya tiene su propia terminal de buses, infinidad de ofertas gastronómicas, desde lo más económico y tradicional, en el mercado, hasta un delicioso “fondue” u otros platillos internacionales.
Las calles han quedado pequeñas para las líneas de taxis y buses que llegan desde diferentes lugares, pero hay cosas que se mantienen, como las empanadas de queso que se venden en la plaza principal todas las mañanas.
Y no falta aquel turista que alguna vez estuvo de paso pero que se enamoró de Coroico y decidió quedarse. Al poco tiempo de llegar, es posible ir conociendo a las personas, sus horarios, sus nombres y ocupaciones. En Coroico todavía es posible disfrutar de las conversaciones simples y amenas, aunque como en todo lugar, hay problemas.
Personajes como Pancho, el taxista, la señora del puesto del mercado que toma siesta sin importar la hora del día, o los mochileros argentinos que se adueñan de la plaza para brindar una sesión de jazz a todo aquel que pase por ahí, dan vida al pueblo.
Y cómo no detenerse en el templo de San Pedro y San Pablo que acoge a la Virgen de la Candelaria, la patrona de los coroiqueños.
Sus ofertas turísticas también invitan a conocer la comunidad de Tocaña -con familias afrodescendientes-, las caídas de agua, ir por tierra y ríos hasta Rurrenabaque e inclusive sobrevolar la zona en avionetas.
Toda esta variedad y potencial, hacen cada vez más urgentes la atención de algunas necesidades, como el recojo de basura y el mantenimiento de los caminos.
A poco más de un par de horas desde La Paz, Coroico ha cambiado mucho durante la última década. Ya tiene su propia terminal de buses, infinidad de ofertas gastronómicas, desde lo más económico y tradicional, en el mercado, hasta un delicioso “fondue” u otros platillos internacionales.
Las calles han quedado pequeñas para las líneas de taxis y buses que llegan desde diferentes lugares, pero hay cosas que se mantienen, como las empanadas de queso que se venden en la plaza principal todas las mañanas.
Y no falta aquel turista que alguna vez estuvo de paso pero que se enamoró de Coroico y decidió quedarse. Al poco tiempo de llegar, es posible ir conociendo a las personas, sus horarios, sus nombres y ocupaciones. En Coroico todavía es posible disfrutar de las conversaciones simples y amenas, aunque como en todo lugar, hay problemas.
Personajes como Pancho, el taxista, la señora del puesto del mercado que toma siesta sin importar la hora del día, o los mochileros argentinos que se adueñan de la plaza para brindar una sesión de jazz a todo aquel que pase por ahí, dan vida al pueblo.
Y cómo no detenerse en el templo de San Pedro y San Pablo que acoge a la Virgen de la Candelaria, la patrona de los coroiqueños.
Sus ofertas turísticas también invitan a conocer la comunidad de Tocaña -con familias afrodescendientes-, las caídas de agua, ir por tierra y ríos hasta Rurrenabaque e inclusive sobrevolar la zona en avionetas.
Toda esta variedad y potencial, hacen cada vez más urgentes la atención de algunas necesidades, como el recojo de basura y el mantenimiento de los caminos.