lunes, 12 de febrero de 2018
Centro Turístico de Chirapaca, un lugar para visitar
Vestida con una manta verde, pollera roja, sombrero plomo y cargada de un aguayo multicolor, Andrea López señala cada una de las figuras que están pintadas en una pared de roca de 200 metros de largo. “Aymara parlasim (voy a hablar en aymara)”, anuncia antes de contar que aquellos dibujos muestran las vivencias del lugar, “cuando había haciendas”. Relatos de aquellos tiempos, vista de nevados desde un mirador, pinturas rupestres, ingreso a una exhacienda y paseo en la laguna Colonial son las paradas obligatorias del Centro Turístico Comunitario de Chirapaca, que fue inaugurado a mediados de enero.
“Nuestros antepasados cuentan que las águilas negras eran viajeras, venían desde la cordillera de Los Andes hacia el cerro Kallani. Al pasar por la población de Ch’iyara (águila) Paka (negra) se quedaban a comer y dormir en la cima de Qala Wayu”, relata Juan Álvarez (de 52 años) a su hijo Juan Carlos Álvarez, investigador y poblador del cantón ubicado en el municipio de Batallas, en la provincia Los Andes.
Conscientes de los atractivos naturales, históricos y culturales de su cantón, la gente ha trabajado desde el año pasado para mostrar esta ruta, que empieza a los pies de una colina que se ha convertido en mirador, donde mujeres capacitadas en gastronomía por el Centro de Investigaciones de Energía y Población (CIEP) sirven el desayuno, consistente en leche con quinua y panqueque, antes de subir las gradas que conducen al observador, desde donde se puede contemplar la cordillera Real, con los principales nevados como protectores eternos de la altipampa.
Después de solazarse un momento se debe caminar por un sendero que lleva a una extensa pared de piedra, que contiene una parte de la historia del pueblo. “Esto han dibujado las personas antes, cuando había haciendas. En ese tiempo, los k’aras solían chicotearnos, nos hacían correr a golpes. Las pinturas muestran toda esa vivencia”, narra Andrea, una mujer de pollera de 74 años que solo habla aymara y tiene mucho que contar.
Los gráficos son de color rojo, que si bien con los años están desapareciendo, conservan el momento en que alguien pasta llamas y ovejas, una persona que se moviliza sobre un caballo, y gente que, tomada de la mano, parece estar danzando.
Desde las pinturas rupestres se debe caminar kilómetro y medio para pasar a la siguiente fase del itinerario, trecho en el que se puede disfrutar del verdor del campo.
En una especie de cancha de fútbol, que en realidad es una plazuela, está la exhacienda de los “patrones”, donde moraron al menos tres familias. El último de ellos fue Jorge del Solar, dice Andrea Segales, quien se ofrece a mostrar los detalles representativos de la casa de inicios del siglo XX que “han construido nuestros ancestros”.
La morada de estilo republicano tiene un patio amplio rodeado por portones y ventanales de madera, con un árbol en medio como testigo del apogeo y abandono de este lugar, que por un tiempo cobijó un regimiento militar, pero “los soldados se aprovechaban de los comunarios, robaban alimentos y mataban ganado”.
Como la vivienda no tiene documento de propiedad, hay una disputa por su tenencia, por eso “se ha entablado tratativas con diferentes ministerios para que esto sea transferido al Gobierno Municipal y que proyectemos obras”, expresa Reynaldo Gutiérrez, alcalde de Batallas, mientras que Andrea espeta que “este predio es de los ancestros, de nuestros abuelos”.
En tanto, la exhacienda está llena de catres, colchones y escritorios, con habitaciones que tienen el acompañamiento de goteras y paredes despintadas.
El proyecto es habilitar la exhacienda como refugio para turistas y museo. Con este propósito, José Alanoca expone un poco de su colección de antigüedades, desde máquinas de escribir Underwood y Royal, hasta una Wellington portátil. También hay máquinas de coser de 1871, un modelo Haid & Neu alemán y la clásica de Isaac Singer de 1850. Lámparas germanas, baúles de madera y radios a válvula completan el escenario de la habitación, que tiene en medio una estufa noruega que aún funciona.
Un poblador se protege de la lluvia dentro de uno de los pasillos de la exhacienda. Foto. Álvaro Valero
El recorrido termina en la laguna Colonial, que fue construida por capricho de uno de los “patrones”, quien hizo trabajar a los pobladores cinco años durante la Guerra del Chaco, según comentan los mayores. “Esas piedras han traído nuestros tatarabuelos del cerro Negro en burro o cargando”, refiere uno de ellos, quien participó en la rehabilitación de este espacio donde ahora hay paseos en botes de plástico y balsas de totora. Estas aguas sirven también para la cría de 4.000 alevines de trucha, entregados por el Gobierno Departamental de La Paz con el fin de generar empleo.
“Lo que ven aquí en la laguna es el trabajo de cada comunario, ya sean niños, jóvenes, adultos y de la tercera edad”, recalca Secundino Álvarez, quien elaboró este proyecto turístico en Chirapaca, pueblo que ofrece un día de paseo por estas tierras ávidas de visitantes, para seguir contando historias de antes de la Reforma Agraria, navegar en el estanque que guarece miles de truchas y observar las pinturas que aún tienen mucho por explicar de los cerros a los que llegaban las águilas negras.
Un día de visita al puebloEl recorrido por los sitios atractivos de Chirapaca cuesta Bs 50 por persona, que incluye desayuno y almuerzo, además de la visita guiada al mirador, las pinturas rupestres, la exhacienda y la laguna Colonial. El paquete no incluye el transporte desde La Paz. El pasaje a este cantón del municipio de Batallas desde la terminal de El Alto vale Bs 5.
Para más información y reservas se puede llamar al teléfono 74005312.
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